Piazza Armerina, Sicilia |
El ritual de la caza empezaría, por lo que parece, muy probablemente con la ofrenda a Diana cazadora, protectora de los bosques y de los montes. Los criados portarían estacas, redes y demás aparejos. Después seguiría la caza propiamente dicha. Posteriormente un descanso en el que se hacía una comida y la jornada terminaría con la vuelta a casa de los cazadores y los esclavos cargando con las piezas conseguidas.
La cacería a caballo de venados y jabalíes se realizaba haciendo huir a la presa conduciéndola hacia unas redes y usando lanzas y flechas para abatirla. Los perros formaban parte de la persecución de los animales grandes o pequeños y eran muy apreciados por sus dueños, que ponían sus nombres en los mosaicos de sus residencias.
Durante el Bajo Imperio se elaboraron ricos mosaicos y otras piezas artísticas con motivos de caza. Con ello el propietario de la villa deseaba mostrar el triunfo del Bien sobre el Mal ( la victoria del hombre sobre la bestia) y al mismo tiempo expresar su status social, pues solo los ricos podían dedicarse a esta actividad.
La aparición de animales salvajes en algunos mosaicos en lugares donde era imposible encontrarlos, puede significar que se copiaban los motivos de mosaicos africanos y asiáticos, además de identificarse con el poder imperial, pues solo los emperadores o altos cargos podrían tener la opción de cazar estos animales.
El emperador Adriano fue un gran aficionado de las cacerías, que compartía con sus amigos, y se dice que mató a un león, y que llegó a romperse la clavícula y una costilla con esta actividad.
Mosaico Adonis, Carranque |
Las aves solían ser cazadas con el método del aucupium, que consistía en una caña untada con una sustancia pegajosa en la que los pájaros quedaban adheridos y atrapados. La caza de la perdiz con una enjaulada como reclamo también era una práctica común. Asimismo era habitual la cetrería o caza con halcón.