Mosaico de las Metamorfosis

Mosaico de las Metamorfosis

domingo, 2 de octubre de 2016

Amimone, ninfa de las fuentes

Neptuno y Amimone, Mosaico de las Metamorfosis, Villa romana de Carranque, Toledo

El mosaico muestra a Eros, el amor, que monta sobre un caballo, símbolo de Neptuno y se acerca a Amimone, que se apoya sobre un cántaro del que mana agua, representación que evoca normalmente a una fuente o rio.

Desde muy antiguo, el mundo de lo sagrado y lo religioso halló en el agua un motivo de veneración, sobre todo, en las zonas donde el agua era escasa. Los hombres dotaron a sus manantiales y a sus cursos de agua de culto con rituales propios.

Las ninfas eran espíritus divinos que personificaban elementos de la naturaleza llenos de vida como fuentes y árboles. Los sentimientos que el hombre mostraba al contemplar la naturaleza se atribuían a la influencia de algunas de ellas. Se relacionaban con dioses superiores como Apolo, Artemisa (Diana), Pan y los Sátiros, junto a los que participaban en celebraciones de origen báquico. Se representaban en obras de arte como hermosas doncellas desnudas o semidesnudas, que aman, cantan y bailan.



Ninfas y sátiro, pintura de William- Adolphe Bouguereau

“El espectáculo de esos lugares no sólo alegra a los hombres: no me cuesta creer que los Sátiros montaraces y las Náyades de ojos verdes, acuden aquí, a estas apartadas orillas, cuando la alegre audacia incita a los Panes de patas de cabra y saltan por los vados y asustan a sus miedosas hermanas en el río, golpeando el agua con movimientos desordenados. Además, con frecuencia, la fluvial Panope, que ha robado de la ladera de las colinas unas uvas, huye entre sus amigas, las Oréades, de los lascivos Faunos, divinidades campestres. Y se dice que, cuando el ardiente Sol se detiene en el centro de la bóveda celeste, los Sátiros y sus cristalinas hermanas celebran en las aguas comunes bailes fraternales, al tiempo que la calina ardorosa ha ofrecido unas horas de reposo, que no propician el encuentro de la gente: entonces, jugando entre burlas a lo largo de sus aguas, las Ninfas sumergen a los Sátiros en los vados y escapan a las manos de esos nadadores inexpertos que buscan, con engaño, sus escurridizos  miembros y abrazan en vez de cuerpos las líquidas aguas.” (Ausonio, Mosela, 5)

Las náyades eran ninfas de agua dulce, dotadas de gran longevidad, pero mortales. La esencia de una náyade estaba vinculada a su masa de agua, de forma que, si ésta se secaba, ella moría.
Todas las fuentes y manantiales célebres tenían su náyade o su grupo de náyades, llamadas habitualmente Creneas, normalmente consideradas hermanas, hijas del dios-rio de la región en la que
habitaban, y con su leyenda propia.

La diosa Yuturna, por ejemplo, era una divinidad latina de las aguas, especialmente de las fuentes y de los ríos a la que en el foro romano se le dedicó una fuente sagrada a la que atribuyeron propiedades curativas. El dios Jano era padre de fuentes, ríos y manantiales, Tiberino era el dios del río Tiber y Fontinalis protegía las fuentes urbanas. El dios más antiguo fue Fons y su fiesta, las Fontinalia, aún se celebraba en época imperial el 13 de octubre y en ese día se honraba a las fuentes en general.


Mosaico con Neptuno y Amimone, Paphos, Chipre

En el mito de Amimone se narra que el dios (Poseidón), irritado por haber perdido ante la diosa Hera el patronazgo de Argos, provocó que las fuentes de la Argólida se secasen. Por ello las Danaides – hijas del rey Dánao, que era el gobernante de la región, tuvieron que partir con sus cántaros a buscar agua.

“Pero estando el país falto de agua, porque Posidón irritado con Ínaco había desecado las fuentes por haber testimoniado éste que la región pertenecía a Hera, Dánao envió a sus hijas a buscar agua. Una de ellas, Amimone, mientras buscaba agua disparó un dardo sobre un ciervo y alcanzó a un sátiro que dormía; se despertó y deseó yacer con ella. Entonces se apareció Poseidón y el sátiro huyó, y Amimone se unió con él; por ello Posidón le reveló las fuentes de Lerna.” (Apolodoro, II)


Lekythos, Poseidón y Amimone,
Museo Metropolitan, NY
Ya en el siglo V a. C. aparece en las pinturas de los vasos griegos la escena de Poseidón con el tridente, con el que golpea la roca de la que manará el agua de la fuente recién nacida, junto a Amimone con un cántaro.

 Otras versiones griegas y latinas proporcionan alternativas al mito aún con los mismos protagonistas, como en los Diálogos Marinos, de Luciano de Samosata.

Tritón. — Hasta Lerna se acerca, Poseidón, cada día a buscar agua una muchacha que es una preciosidad. No sé yo si he visto a una chica más guapa.
Poseidón. — ¿Te refieres, Tritón, a una muchacha libre o a una criada que va a por agua?
Tritón. — ¡Qué va! Es hija del famoso Egipto, una de las cincuenta; se llama Amimone; me informé de cómo se llamaba y de su linaje. Dánao es sumamente estricto con
sus hijas y les enseña a valerse por sí mismas y las envía a sacar agua del pozo y las educa para que no sean unos pasmarotes.
Poseidón. — ¿Y acude aquí ella sola tras hacer un trayecto tan largo desde Argos a Lerna?
Tritón.Ella sola; Argos es tierra sedienta, como sabes, así que no hay más remedio que ir por agua.
Poseidón.Me has alterado, Tritón, al hablarme de la muchacha, así que vamos hasta ella.
Tritón. — Vayamos. Es ya el momento de ir por agua; ya casi está a mitad de camino en dirección a Lerna.
Poseidón. — Pues venga, engancha el carro; como se tarda bastante en enganchar los caballos a la gamella y en preparar el carro, tráeme mejor un delfín de los veloces, que a lomo suyo cabalgaré muy rápidamente.
Tritón.Ahí tienes este delfín, el más veloz.
Poseidón. — Estupendo, vayámonos. Tú ve nadando a mi lado, Tritón. Y ahora que ya estamos en Lerna yo me voy a poner aquí al acecho, tú observa y cuando notes que se acerca...
Tritón. — Ahí la tienes, ya se acerca.
Poseidón. — Qué chica tan guapa y tan hermosa. Pero... tendremos que secuestrarla.
Amimone. — ¡Eh, hombre!, ¿dónde me llevas raptada? Eres uno de esos mercaderes de esclavas y me parece que te ha enviado mi tío Egipto. Así que voy a llamar a voces a mi padre.
Tritón. — Calla, Amimone, que es Poseidón.
Amimone. — ¿A santo de qué citas a Poseidón? ¿Por qué intentas forzarme, hombre, y me arrastras al mar? Pobre de mí, si caigo al agua, me ahogaré.
Poseidón. — Tranquila, que no te va a pasar nada malo, antes bien, golpeando la roca con mi tridente haré brotar una fuente que lleve tu nombre. Y tú serás feliz y la única de tus hermanas que no tendrá que ir por agua después de muerta. (VIII, Tritón y Poseidón)



Fresco Neptuno y Amimone, Villa de Carmiano, Stabbia, Itlaia

Eran a menudo el objeto de cultos locales arcaicos, adoradas como esenciales para la fertilidad y la vida humana. Los jóvenes que alcanzaban la mayoría de edad dedicaban sus mechones infantiles a la náyade del manantial local. Con frecuencia se atribuía a las náyades virtudes curativas: los enfermos bebían el agua al que estaban asociadas o bien, más raramente, se bañaban en ellas. Era éste el caso de Lerna, donde también se ahogaba ritualmente a animales. Los oráculos podían localizarse junto a antiguas fuentes.
Las náyades también podían ser peligrosas. En ocasiones, bañarse en sus aguas se consideraba un sacrilegio y las náyades tomaban represalias contra el ofensor. Verlas también podía ser motivo de castigo, lo que normalmente acarreaba como castigo la locura del infortunado testigo.

“Junto al agua caudal de esta fuente a mí, Pan, el de patas
de cabra, con las ninfas Simón me ha colocado.
Y la causa hela aquí: está a tu alcance el beber cuanto quieras
de la fuente y meter en ella vasijas,
mas no puedes lavarte los pies con el don cristalino
de las ninfas so pena de sufrir mis ataques.
Y, si no, que prestarte tendrás sin excusa ninguna
a que yo te penetre; tal es de Pan la norma.
Ahora bien, si de intento lo hicieres porque ello te agrade,
hay también otro método: romperte la cabeza.” (Antología Palatina, 525)

La figura de Pan, guardiana de una fuente junto con otras de unas ninfas, amenaza a los viandantes si se bañan en ella, aunque sí pueden beber sus aguas.

Desde antiguo, el mundo de lo sagrado y lo religioso halló en el agua un estímulo importante para la veneración. Debido a la dependencia del agua, los hombres dotaron de personalidad diferente a sus manantiales y a sus cursos de agua. Es el caso de los ríos sagrados y las fuentes santas, con un culto y caracteres rituales propios.



Mosaico con la imagen de la fuente Castalia

 En Grecia la fuente de Castalia es citada como un lugar relacionado directamente con Apolo y su oráculo, y que servía para la purificación ritual tanto de las pitias, como de los otros sirvientes del oráculo, que se lavaban sus cabellos con sus aguas, como del propio templo de Apolo, sobre el que se vertían gotas de agua para humedecerlo. También se purificaban en la fuente los que venían a consultar el oráculo, y se consideraba que su agua favorecía la inspiración de los poetas.
Pausanias debió ver una fuente helenística o romana con hornacinas cavadas en la roca para recibir los regalos votivos y que estaba situada unos 50 metros más arriba de la fuente arcaica, ambas alimentadas por un manantial sagrado.

“Subiendo del gimnasio por el camino que va al santuario está a la derecha del camino el agua de la Castalia y agradable de beber. Unos dicen que el nombre se lo dio a la fuente una mujer del lugar, y otros un hombre llamado Castalio. Pero Paniasis, hijo de Poliarco, que escribió una epopeya relativa a Heracles, dice que Castalia fue una hija de Aqueloo. Efectivamente dice acerca de Heracles:

El nevado Parnaso con sus veloces pies cruzando
llegó al agua inmortal de Castalia, hija del Aqueloo.

También he oído que el agua es un regalo del río Cefiso a Castalia. Esto dice también Alceo en su himno a Apolo; y lo confirman sobre todo los lileos, que arrojan en la fuente del Cefiso en ciertos días pasteles del lugar y otras cosas dictadas por el uso, y dicen que aparecen de nuevo en Castalia. (Pausanias, Descripción de Grecia, X)


Fuente arcaica Castalia, Delfos, Grecia, foto de Rolling hills

Se erigían pozos o fuentes en los caminos y en las villas romanas aprovechando veneros naturales en las que se colocaban figuras de los dioses a los que se consagraban sus aguas. A ellos se hacían súplicas y se les dejaban ofrendas.

“A vosotras, las ninfas que el agua caudal de esta fuente
desde lo alto del monte derramáis, joh, náyades!,
las figuras consagra y de dos jabalíes los morros
hirsutos Damóstrato, que de Antilao es hijo.”(Antología Palatina, 188)

En época romana, el culto a estas divinidades, con el fin de dar cumplimiento a un voto o librarse de algún mal, formaba parte de un proceso en el que se cumplían unos ritos que incluían la edificación de un pequeño altar con una dedicatoria. Pero si el dedicante no era capaz de sufragar los gastos de fabricación y cumplir con los ritos como signo de agradecimiento hacia la divinidad, le podría resultar más fácil ofrecer alguna moneda o stips. Este era el término utilizado por los romanos para denominar a estas ofrendas, es decir, eran las monedas de bronce de poco valor que se acostumbraba a entregar como donativo o limosna. No todas las ofrendas que se hacían eran stipes, es decir, monedas de bronce de poco valor, como ases o dupondios, sino que se arrojaban sestercios y monedas de plata y oro, como denarios, áureos o sólidos.


Estela dedicada a las fuentes, Museo de Bérgamo, foto de Luca Giarelli

Las divinidades más favorecidas con estas ofrendas monetarias fueron las Ninfas y las aguas que más beneficios causaron o por las que se sintieron más agradecidos los visitantes fueron las de aguas sulfuradas-cálcicas, es decir, las que se recomiendan principalmente para los problemas de dermatosis, neurosis y catarros crónicos de las vías respiratorias.

"Has visto alguna vez la fuente del Clitumno? Si no las has visto allí (y pienso que aún no, de otro modo me hubieses comentado), hazlo; yo las he visto hace muy poco, y lamento profundamente la tardanza. Se levanta una pequeña colina, cubierta con un umbroso bosque de viejos cipreses.  Al pie de esta brota una fuente que se expande en diversos brazos de diferente tamaño, y una vez superado el remolino que forma, se abre en un amplio estanque, tan transparente y cristalino, que podrías contar las monedas que han sido arrojadas y los cantos rodados que brillan en el fondo.” (Plinio, Epis. VIII, 8)

Las ninfas griegas poblaban las aguas y los bosques y eran expertas en la danza y su actuación era generalmente favorable tanto para con los dioses como para con los mortales y, mantenían relaciones amorosas con dioses, y con humanos a quienes daban incluso hijos mortales.



Mosaico de Pegaso y fuente, Villa de Almenara-Puras, Valladolid

Pirene, ninfa hija del dios-río Aqueloo, fue amante de Poseidón, con el que tuvo dos hijos. Cuando se enteró de que la diosa Artemisa había matado accidentalmente a su hijo Cencrias, Pirene se deshizo en tal cantidad de lágrimas que con ellas se formó la fuente que lleva su nombre, que estaba dedicada a las musas y en la que bebía el caballo alado Pegaso cuando Belerofonte lo capturó y amaestró. Sin embargo, Ovidio la hace surgir a partir de una patada del divino caballo.

"Palas: Me han contado la historia de una fuente que Pegaso con su dura pata hizo salir de esta montaña. Las maravillas que de ella me han contado me han hecho venir hasta aquí. Como yo estaba presente cuando Pegaso nació de la sangre de Medusa, ahora quiero ver si es cierto el prodigio de la admirable fuente.
Musas: Cualquiera que sea el motivo de tu llegada, ¡oh diosa!, nos sentimos venturosas de tu presencia. Es cierto que fue Pegaso quien ha hecho brotar estas aguas de que hablas.
Condujo una de las Musas a la diosa hacia la fuente, quedándose por largo tiempo admirada. Visitó los antros y las cuevas, viéndose por todas partes gran cantidad de flores mezcladas con la hierba del prado." (Metamorfosis, V, 2)

También los mortales podían sufrir la metamorfosis por la cual se convertían en fuentes. Las lágrimas derramadas por la pena los acababan transformando en manantiales.
Ovidio cuenta la leyenda de Biblis, una joven que fue víctima de un amor prohibido hacia Cauno, su hermano gemelo. El poeta latino describe el proceso que atraviesa la protagonista de la leyenda hasta que por un ensueño erótico descubre la verdad de sus sentimientos, que cree provienen del amor fraterno.

 
Pintura de John William Godward


Al principio Biblis se resiste a aceptar las sensaciones que experimenta, pero finalmente decide declarar su amor a Cauno por medio de unas tablillas. El joven rechaza esta relación, y   huye de Mileto, su patria. Biblis, muy triste, vaga por campos y ciudades; y a pesar de la ayuda que le ofrecen las Ninfas para terminar con su desesperación, la tierra se humedece con su llanto y la joven acaba transformándose en la fuente que recibió su nombre.

“Muchas veces a ella las ninfas con sus tiernos brazos, las Lelégides,
levantarla intentaron, muchas veces de que remedie su amor
la aperciben y allegan consuelos a su sorda mente.
Muda yace, y verdes hierbas retiene en sus uñas
Biblis y humedece las gramas con el río de sus lágrimas.
Las Naides a ellas una vena que nunca secarse pudiera
dicen que debajo le pusieron. Pues ¿qué más grande que darle habían?
En seguida, como de la cortada corteza de una pícea las gotas,
o como tenaz de la grávida tierra mana el betún,
y como al adviento del favonio, que sopla lene,
con el sol se ablanda de nuevo la onda que el frío detuvo,
así de sus lágrimas consumida la Febeia Biblis
se torna en manantial, el cual ahora todavía en los valles aquellos
el nombre tiene de su dueña, y bajo una negra encina mana.” (Metamorfosis IX, 652)

El elemento religioso está presente en los jardines romanos con el culto a diferentes fuerzas de la naturaleza. El agua juega un papel esencial como símbolo de la naturaleza fértil y de purificación, además de ser un elemento decorativo fundamental en la domus. La creación artificial de ninfeos o la construcción de estanques y canales y la representación escultórica de escenas mitológicas pretenden evocar las fuentes naturales y los ríos a los que se rinde culto por todo el imperio.
El ninfeo era un monumento consagrado a las ninfas, especialmente a las de las fuentes. Originalmente estos monumentos fueron grutas naturales, que se consideraban tradicionalmente el hogar de la ninfa local.

  
Fuente de jardín, Pompeya

Estos ninfeos se pusieron muy de moda en Roma y se sabe que la piedra pómez se utilizaba en los jardines y triclinios de verano de las grandes villas para hacer grutas artificiales. Estas fuentes ornamentales se adornaban con mosaicos de vivos colores, con conchas marinas y representaciones de divinidades acuáticas.

Acerca de la propia quinta nada puedo decirte con precisión: pues solo conozco la fachada y los exteriores, visibles incluso para los transeúntes. Cuenta con dos grutas de ambiciosa estructura, iguales en dimensión a cualquier atrio espacioso, construidas a mano, de las que una no recibe el sol, la otra lo conserva hasta el ocaso. Un riachuelo cruza, por en medio un bosque de plátanos, a modo de canal, que desagua de un lado en el mar y de otro en el lago Aquerusio, siendo suficiente para producir peces, por más que frecuentemente se le vacíe. Pero, cuando el mar está abierto, se le reserva; en cambio, si el mal tiempo brinda vacación a los pescadores, basta alargar la mano al criadero. (Séneca, Epis. LV)



Ninfeo monumental, Villa Quintilios, Roma

Durante los primeros tiempos del cristianismo se mantenían el culto a estas divinidades de la naturaleza, sobre todo, en el ámbito rural, lo que era fuertemente criticado por algunos autores de la nueva fe que veían todos los símbolos paganos como obras del mal.

"He aquí cuales fueron en aquel tiempo estos hombres depravados los cuales, a causa de sus pésimas invenciones, dan culto los rústicos ignorantes Los demonios se apropiaron sus nombres, como nombres de dioses, a fin honrarles como a tales, ofrecerles sacrificios, e imitar sus acciones, cuyos nombres invocaban.
Los demonios les persuadieron también a que les edificasen templos, que colocasen en ellos imágenes o estatuas de hombres facinerosos, y les levantasen altares en los cuales no sólo derramasen sangre de animales sino también de hombres. Además de todas estas cosas, muchos de estos demonios, que fueron expulsados del cielo, presiden o en el mar, o en los ríos, o en las fuentes, o en bosques, a los cuales los hombres igualmente ignorantes que no conocen a Dios los honran como a Dios y les ofrecen sacrificios.
En el mar lo llaman Neptuno, en los ríos, Lamias; en las fuentes, Ninfas en los bosques, Dianas; todas estas cosas no son más que demonios malignos y espíritus malos que pervierten a los hombres infieles que no saben protegerse con el signo de la cruz." (Martín de Braga, De correctione rusticorum, 8)

En los alrededores de las ciudades se edificaban fuentes públicas que se convertían en lugares de celebración de ritos, como el de purificación antes de entrar en la ciudad, y que evocaban antecedentes en la que se mezclaban distintos mitos y leyendas, como la de la fuente-ninfeo de Egeria, junto a la Puerta Capena en Roma.

“Corre desde allí un riachuelo pedregoso con murmullo inseguro. Yo he bebido muchas veces de él, pero a pequeños sorbos. La que ofrece el agua es Egeria, diosa grata a las Camenas. Ella era la esposa y consejera de Numa.” (Ovidio, Fastos, III)


Fuente de Egeria, Parque de la Caffarella, Roma

De las distintas versiones que existen sobre el origen de esta fuente se puede conocer que Numa, rey de Roma, tuvo como esposa a la ninfa Egeria, que le sirvió como consejera, y que una vez muerto el esposo su desconsuelo fue tal que la diosa Diana, conmovida por sus lágrimas, la convirtió en fuente.

“Con el alma formada por tales enseñanzas y otras más dicen que
Volvió Numa, y, habiéndosele requerido para ello, tomó las riendas
Del pueblo del Lacio. Y, disfrutando de tener por esposa a una ninfa
Y por inspiradoras a las camenas, dio a conocer los ritos del culto divino,
Y a aquella población habituada a la guerra salvaje la hizo pasar
A la civilización de la paz. Cuando, anciano ya, terminó su reinado y
Su vida, las damas latinas y el pueblo y los padres lloraron la muerte
De Numa; en cuanto a su esposa, abandonando la ciudad, se esconde
Y oculta en las densas selvas del valle de Aricia y con sus gemidos y
Lamentos estorba los cultos de la orestea Diana. ¡Ah, cuántas veces
Las ninfas del bosque y del lago le aconsejaron que no lo hiciera y le
dijeron palabras de consuelo! ¡cuántas veces mientras ella lloraba le
dijo el héroe hijo de Teseo: “Acaba ya, que tampoco es tu desgracia
la única que hay que lamentar; considera parejas desventuras de
otros: soportarás lo tuyo con más mansedumbre, y ojalá mi ejemplo
no pudiera aliviar tu dolor, pero también el mío puede hacerlo.

…………………………………………………………………….
Pero las calamidades ajenas no son capaces de aliviar la aflicción
De Egeria: y tendida en la parte más baja de la falda de un monte se
deshace en lágrimas hasta que la hermana de Febo, impresionada por
la piedad de la apenada, hizo de su cuerpo una helada fuente y
adelgazó sus miembros hasta convertirlos en inagotables aguas.” (Ovidio, Metamorfosis, XV) 

Las fuentes y cursos de agua eran considerados lugares de unión entre el mundo terrenal y el inframundo por lo que en ellos se celebraban rituales mágicos y se depositaban tablillas de maldiciones y objetos relacionados con la magia que ayudara a los suplicantes a obtener ayuda de los dioses subterráneos para conseguir sus propósitos, amor, venganza o posición social.


Mosaico de Neptuno y Amimone, Museo de Charnia, Creta

Bibliografía

revistaseug.ugr.es/index.php/florentia/article/viewFile/4217/4139; De diosas, ninfas y hadas (a propósito de Egeria); María Luisa PICKLESIMER
https://revistas.ucm.es/index.php/CFCA/article/viewFile/CFCA7272120193A/35000; EL ENSUEÑO DE BIBLIS: OVIDIO Y APOLONIO; Pilar Saquero Suárez-Somonte
https://www.academia.edu/20160187/El_agua_en_la_villa_entre_la_funcionalidad_y_la_banalización_en_los_casos_de_las_villas_del_Pla_de_lHorta_y_els_Ametllerss; El agua en la villa. Entre la funcionalidad y la banalización: Los casos de las villas del Pla de l’Horta y Els Ametllers; Lluis Palahí Grimal, Ana Costa Solé y Marc Lamuà Estañol
http://e-spacio.uned.es/fez/eserv.php?pid=bibliuned:ETFSerie2-1EA3CAD2-22AE-5020-2E36-1310E3751A3E&dsID=Documento.pdf; La moneda como ofrenda en los manantiales; Manuel Abad Varela
http://interclassica.um.es/var/plain/storage/original/application/f5d58e05a259229c9e974434d564c420.pdf; LA AMIMONA DE ESQUILO; José María Lucas
www.navarra.es/appsext/bnd/GN_Ficheros_PDF_Binadi.aspx?Fichero...0215...pdf; Las ninfas de Niencebas. Aproximación hermenéutica a la religiosidad romana del culto a las aguas en los Baños de Fitero; José Manuel San Baldomero Úcar
revistas.ucm.es/index.php/CFCL/article/download/CFCL9999220177A/34589; Ninfa de la fuente; Antonio Ruiz de Elvira
https://es.scribd.com/doc/246921960/244143121-Elvira-Barba-M-a-Arte-y-Mito-Manual-de-Iconografia-Clasica; Arte y mito. Manual de iconografía clásica; Miguel Ángel Elvira Barba

lunes, 16 de mayo de 2016

Hilas y las Ninfas y otros mitos




Detalle del mosaico Las Metamorfosis, Hilas y las Ninfas, Villa Romana de Carranque, Toledo

En el cubiculum de Materno de la villa romana de Carranque se encuentra el llamado Mosaico de las Metamorfosis, con escenas que representan episodios mitológicos recogidos en obras literarias de la antigüedad clásica.

Una de las historias retratadas es la del hermoso joven Hilas, raptado por las ninfas de las aguas.
Hilas es hijo de Tiodamante, rey de los Dríopes, y de la ninfa Menodice. Cuando Hilas era aún muy niño, Heracles mató a su padre y le raptó a él. Después le educó con esmero y le hizo su compañero inseparable, y también su amante según la versión más común, porque Hilas era un muchacho de extraordinaria belleza. Ambos participaron en la expedición de los Argonautas, al mando de Jasón, y allí ocurrió el suceso crucial en el mito de Hilas. Habiendo desembarcado los héroes en Misia, se disponían a cenar y el joven Hilas fue con un cántaro en busca de agua para la comida. Encontró una fuente (o lago o río) y cuando se agachó para coger agua, las ninfas de la fuente, que habitaban dentro del agua, enamoradas de la belleza del joven, lo atrajeron y lo hundieron, para inmortalizarlo junto a ellas. Ante su tardanza, Heracles empezó a buscarlo, desesperado, llamándole a gritos. No cesaba de mirar por todas partes, y, desesperado, ya no volvió a la nave Argo, que partió sin él.

Aunque este mito ya se conocía en el s. V a. C., y quizás también antes, es en la época helenística y en la romana cuando se hace popular, siendo las fuentes literarias principales —y las más antiguas en que se encuentra desarrollado por entero— dos poemas del s. III a. C., Argonáuticas de Apolonio Rodio y el Idilio 13 de Teócrito. En época romana hay algunos autores que tratan el tema, como Propercio, Marcial y Antonino Liberal, que recoge el mito narrado por Nicandro.

La gran mayoría de las representaciones de Hilas, suelen estar relacionadas principalmente, con el rapto por las ninfas, que se convierte en motivo esencial del mito, quizá por analogía con otras imágenes de raptos de tema erótico, que son muy numerosas en el arte romano. Si bien es esta tendencia de representación del mito la que triunfó, según puede deducirse del número de imágenes conservadas, existió también y se mantuvo a lo largo del tiempo otra tradición que parece ser minoritaria y que representó el episodio atendiendo más fielmente al sentido de la narración del episodio, con la figura de Heracles buscando infructuosamente al joven.



Mosaico de Hilas y las Ninfas con Hércules, Itálica

“Heracles, cuando realizó la travesía marítima con los Argonautas, que le habían designado como su jefe, llevó consigo a Hilas, hijo de Ceix, joven que gozaba de una gran belleza. Ya habían arribado al estrecho del Ponto y navegado bordeando las extremidades del Argántona, cuando se produjo una tempestad y una violenta batida de oleaje. Los Argonautas tiraron el ancla y dieron reposo a la nave. Heracles, entonces, se dispuso a preparar la comida a los héroes. El joven Hilas, con un cántaro, se acercó hasta la orilla del río Ascanio para llevar agua a los jefes. Las ninfas, hijas de este río, al verle, quedaron prendadas de él y, en el momento en que Hilas estaba sacando agua, lo arrastraron al interior de la fuente. Hilas desapareció; y, como quiera que no regresara, Heracles abandonó a los héroes y comenzó a explorar el bosque en todas direcciones, llamando incesantemente al muchacho a grandes gritos. Las ninfas, temiendo que Heracles encontrara a Hilas escondido entre ellas, convirtieron al joven en un eco que respondía con regularidad a las voces de Heracles. Éste, como no pudo encontrar a Hilas, pese a sus denodados esfuerzos, regresó al navío y se embarcó con los héroes, pero dejó a Polifemo en aquel lugar, con la esperanza de que prosiguiera la búsqueda y encontrara a Hilas. Polifemo murió, empero, antes de haberlo logrado. Las gentes del país ofrecen, todavía en nuestros días, sacrificios a Hilas al borde de la fuente. El sacerdote le llama por su nombre tres veces, y tres veces le responde el eco.” (Antonino Liberal, Metamorfosis)

Antonino Liberal es el único que hace de Ceix el padre de Hilas. Para el resto de los autores, su padre era Tiodamante, rey de los dríopes, a quien dio muerte Heracles. Según otros autores, Heracles ya no vuelve a embarcar.

El tema del rapto de mujeres y jóvenes hermosos por parte de dioses o seres inmortales es ampliamente tratado en la literatura clásica. Zeus se lleva a Europa y Ganímedes, las ninfas atrapan a Hilas y Hermafrodito. El amor y el erotismo son las razones que llevan a la abducción por parte de las Ninfas de muchachos que se acercan a buscar agua o refrescarse en las orillas de las aguas donde ellas residen.




Mosaico de Hilas y las Ninfas, Museo Saint Roman en Gall, Francia

Propercio se convierte en un instructor del amor de Galo al que pone como ejemplo el mito del rapto de Hilas.

"Esto te advierto, Galo, en nombre de nuestra constante amistad
(que no se te escapen estos consejos de tu ánimo confiado).
A menudo la mala suerte le llega al amante sin esperársela:
que lo diga el cruel Ascanio a los Minias.
El objeto de tu pasión no es inferior en belleza, no diferente
en el nombre, igual a Hilas, el hijo de Tiodamante.
A éste tú, ya recorras los ríos de un sombrío bosque,
ya las aguas del Anio bañen tus pies,
ya vagues por las playas del litoral de los Gigantes,
o donde sea con la hospitalidad de un serpeante río,
defiéndelo siempre del rapto apasionado de las ninfas
(no es menor el amor de las itálicas que el de las Adríades).
Que no tengas que visitar sin descanso, Galo, montes
escarpados, frías rocas o lagos conocidos:
esto fue obligado a sufrir el desgraciado Hércules, errando
por tierras desconocidas y llorando al cruel Ascanio.
Pues cuentan que un día la nave Argo, salida de los astilleros
de Págasas, tomó rumbo a la lejana Fasis,
y, después de sortear, deslizándose sobre las aguas, las olas
de Atamante, llegó a los escollos de los misios.
—Aquí el grupo de los héroes, cuando se detuvo en las tranquilas
orillas, cubrió la playa de un blando lecho de hojas—.
Pero el compañero del joven invicto había ido lejos a buscar
el agua cristalina de una apartada fuente.
A éste dos hermanos lo siguieron, prole de Aquilón;
revoloteando sobre éste Zetes, sobre aquél Cálais,
intentaban robarle besos extendiendo las manos
y darle besos desde el aire uno después de otro.
El muchacho se inclina y se separa de los extremos de las alas,
apartando con una rama el acoso de los hermanos alados.
Ya se había retirado la estirpe de Oritía, descendiente de Pandíon:
¡ay, qué pena!, se iba Hilas, se iba hacia las Hamadríades.
Allí estaba Pege cerca de la cima del monte Arganto,
húmeda morada, grata a las ninfas de Tinia;
sobré ella colgaban frutas con el frescor del rocío debajo de
árboles salvajes que nada debían al cultivo;
y a su alrededor crecían en un húmedo prado lirios blancos,
mezclados con adormideras color de púrpura.
Y ya cortándolas inocentemente con sus tiernas uñas
prefirió las flores al deber impuesto,
ya recostándose, ignorante, sobre las límpidas aguas,
atractivas imágenes le inducen a error.
Al fin se dispone a tocar el agua metiendo sus manos
y arrastra la abundante corriente, apoyado en su hombro derecho.
Tan pronto las Dríades, enamoradas de su belleza,
abandonaron, asombradas, sus danzas habituales, suavemente le
hicieron resbalar y lo acogieron con agrado en sus aguas:
entonces, mientras su cuerpo era raptado, Hilas dio un grito.
A él de lejos el Alcida responde repetidamente, pero el viento
sólo le devuelve el nombre desde las remotas montañas.
Advertido, Galo, por estos ejemplos, conservarás tu amor,
tú que has dado la impresión de confiar el hermoso Hilas a las ninfas."

(Propercio, I, 20)


Ser arrastrado hacia el fondo de las aguas se ha interpretado como una metáfora de ser conducido al inframundo tras la muerte. Es por ello que escenas relacionadas con Hylas son representadas en sarcófagos.



Mosaico opus sectile, Hilas y las Ninfas, Museo Nazionale Romano

 En el mundo helenístico se celebraban algunas ceremonias religiosas en las que los oficiantes simulaban el rito de buscar y llamar al joven desaparecido, como hizo Heracles con Hilas, convirtiéndolo en un ser divino.

“A Astácides de Creta, pastor de cabras, lo arrebató una
ninfa montaraz. Ahora es sagrado Astácides. Ya nunca más,
al pie de los robles Dícteos, cantaremos a Dafnis, pastores,
pero a Astácides siempre.” (Calimaco, epigrama XXII)

Es muy posible que Hilas fuera, en su origen, un dios de la vegetación que desaparece en una época del año, para volver a surgir con la primavera, como ocurría con Perséfone, raptada por Hades y buscadas por Demeter, su madre.

En el mundo oriental se creía que los niños y jóvenes que se habían ahogado habían sido raptados por los seres mitológicos que vivían en las aguas de arroyos, ríos o lagos. Eran arrebatados del mundo terrenal por su belleza e inocencia, pero al morir de tal forma se convertían en divinidades a las que se rendía culto. Muchos epitafios así lo muestran.
En Hermópolis, Egipto se halla una dedicatoria de un padre a su hija Isidora en la que se compara a la niña con Hilas, se la reconoce como una divinidad a la que se llevan ofrendas.

“En verdad las Ninfas han construido para ti, Isidora, este tálamo, las Ninfas hijas de las aguas. Nilo, la mayor de las hijas del Nilo, comenzó construyendo la concha, semejante a la que en las profundidades tiene en el palacio de su padre, maravilla para la vista. Y Crenea, esposa de Hilas tras su rapto, puso las columnas a ambos lados, como la gruta donde entre sus brazos tiene a Hilas, el aguador. Las Oréades eligieron el lugar y fundaron en él un templo. Para que tengas algo digno de ellas.

Ya no voy a ofrecer en memoria tuya más sacrificios acompañados de lamentos, hija, ahora que se que te has convertido en una divinidad. Haced libaciones y entonad plegarias en honor de Isidora, que fue raptada por las Ninfas y se ha convertido en una de ellas. Salud, hija mía. Ahora tu nombre es ninfa, y cada año las Estaciones derraman sus frutos como una libación en tu honor. El invierno, blanca leche, la untuosa flor del olivo y una corona tejida con narcisos, la más delicada de las flores. La primavera te envía aquí el producto de la laboriosa abeja y la rosa, que brota de su capullo, flor querida de eros. El verano, la bebida del lagar de Baco y una corona tejida para ti con los racimos de uvas que penden de las ramas. Estas son las libaciones que recibes ahora y todas ellas se renuevan cada año, como el culto a los inmortales. Por ello ya no voy a ofrecerte más sacrificios acompañados de lamentos, hija.”


El peligro de morir ahogado debía estar muy presente en el mundo antiguo, cuando el contacto con las aguas estaba más presente en la vida cotidiana, y por ello los fallecimientos de niños al caer en ellas causaban un profundo dolor que se refleja también en la literatura.

“Llorad vuestro crimen, pero lloradlo por todo el Lucrino, Náyades, y que sienta vuestros lamentos la misma Tetis. Arrebatado entre las aguas de Bayas ha muerto un niño, el famoso Eutico, tu dulce compañía, Cástrico. Éste era el compañero y el dulce alivio de tus cuitas; éste, tu amor y éste, el Alexis de nuestro poeta.
¿Acaso bajo las aguas cristalinas te vio desnudo una ninfa lasciva y ha devuelto su Hilas al Alcida? ¿O es que la diosa desprecia ya al afeminado Hermafrodita ansiosa del abrazo de un tierno varón? Sea ello lo que sea y cualquiera que haya sido la causa de este rapto súbito, ruego que tanto la tierra como el mar te sean delicados.”
(Marcial, VI, 68)


Mosaico de hilas y las Ninfas, Tor Bella Monaca, Museo Nazionale Romano,
foto Marie Lan Nguyen

Ovidio narra en sus Metamorfosis el encuentro de la ninfa Salmacis con un joven del que se enamora y al que pretende llevar consigo al interior de las aguas, para lo cual solicita ayuda de los dioses, concediendo estos que permanezcan por siempre unidos, convirtiéndose ambos en uno solo, Hermafrodito.

“El, por su parte, suponiéndose libre de miradas y en medio de praderas
solitarias, va de un lado para otro y en las aguas juguetonas se
moja las plantas de los pies desde los dedos hasta el talón. y sin
tardanza, atraído por la agradable temperatura de las aguas acariciantes,
 se quita del tierno cuerpo sus finas ropas. iEntonces fue
cuando gustó a Sálmacis, que se encendió en el deseo de sus formas
desnudas! Hasta los ojos de la ninfa centellean, no de otro
modo que cuando Febo, en todo el resplandor de su disco deslumbrante,
es reflejado por la reverberación de un espejo puesto
enfrente; y apenas soporta la espera, apenas puede ya aplazar su
goce, ya ansía abrazar, ya, fuera de sí, no logra dominarse. El
muchacho se golpea el cuerpo con el hueco de sus palmas y salta
raudo a la líquida superficie, y moviendo alternativamente sus
brazos destella en medio de las límpidas aguas como si se cubrieran
de transparente cristal estatuas de marfil o blanquísimos lirios.
"iHe vencido y es mío!" grita la Náyade, y, arrojando lejos
de si toda su ropa, se lanza en medio de las aguas, lo coge, aunque
él se resiste, le arranca besos por la fuerza, desliza sus manos por
debajo y toca el pecho recalcitrante, y envuelve al joven, ya por
seo un lado, ya por otro. Por último, mientras él se debate contra ella
y trata de escapar, lo enlaza como una serpiente a quien el ave del
rey de los dioses levanta y se lleva por los aires; colgando como
está, encadena la cabeza y las patas del águila, y con la cola
enlaza sus inmensas alas desplegadas; o como suele la hiedra
arroIlarse a los largos troncos, y corno un pulpo que ha apresado bajo
los mares a un enemigo y lo sujeta arrojándole por todas partes
sus tentáculos. Persiste el AtIantiada y rehúsa a la ninfa el placer
que esperaba; ella le oprime, y, con todo su cuerpo unido a él
 Y conforme estaba adherida. le dijo: "Aunque luches, maldito,
no por eso te vas a escapar; hacedlo así, dioses, y que jamás llegue
un día que separe a éste de mi ni a mí de éste!" La plegaria
tuvo dioses que la escuchasen; pues los dos cuerpos se mezclan y
se juntan, y ambos se revisten de una forma única, como, cuando
 se unen ramas bajo una corteza, se las ve juntarse al crecer y
desarrollarse en una vida común; pues así, una vez que sus miembros
se soldaron en apretado abrazo, no son ya dos sino una forma
doble, y no podría decirse que es una mujer ni un muchacho;
ninguna de las dos cosas y las dos cosas parecen.”

Pintura La Ninfa Salmacis y Hermafrodito, Francois Joseph Navez

El culto a las deidades de las aguas ha tenido una gran continuidad desde el neolítico hasta nuestros días, sin que ninguna religión haya podido abolirlo. La enorme importancia religiosa del agua radica en que se ha percibido como proveedora de fertilidad, aunque también de destrucción. El hombre primitivo experimentaba la regeneración del campo mediante la inundación, la lluvia y los manantiales. Su potencia, además, llegaba más allá al significar vida eterna, milagros y unión con Dios.
El agua de pozos o fuentes, arroyos, ríos o lagos se consideraba una vía fundamental de acceso al otro mundo como lo muestran las ofrendas o los sacrificios humanos y animales arrojados a ella.
Generalmente las ninfas fueron consideradas en el mundo griego como la personificación de las fuerzas naturales del crecimiento y la fecundidad del reino animal y vegetal, a los que proporcionaban el calor y la humedad suficientes para su germinación y desarrollo. Sus santuarios estaban asociados a fuentes de cristalinas aguas, a la vegetación más exuberante, al ambiente más agradable, a todo lo que resultara placentero para los sentidos.
Había ninfas de las aguas o náyades, ninfas de las montañas u oréades, ninfas de los campos húmedos o leimoniades, ninfas de los árboles o hamadriades, ninfas de los fresnos o melias, y ninfas de las cuevas o andriades.
 Las ninfas romanas fueron fruto de un proceso de asimilación de las ninfas griegas con todas las divinidades indígenas de la naturaleza con vinculación exclusiva al elemento húmedo y su mayor papel en la medicina. Las ninfas se asociaban con todas las deidades relacionadas con la vegetación, como Hércules, o asociadas a la agricultura, como Tellus, Ceres, o Flora.

Mosaico de Hilas y las Ninfas, Volubilis, Marruecos

Ovidio integra el tema de la ninfa enamorada, la atracción de las aguas para un joven bello y la repetición de palabras con la venganza en el mito de Eco y Narciso. En esta historia Narciso no es raptado por la ninfa, pero sí queda atrapado por la visión de su propia imagen reflejada en el agua, de la que queda enamorado.

“Perseguía él un día hacia las redes a los espantados ciervos, cuando lo vio la ninfa de la voz, la que no ha aprendido ni a callar cuando se le habla ni a hablar ella la primera, Eco, la resonadora… ella, sin embargo, duplica las voces en los finales de frase y devuelve las palabras que ha oído. Pues bien, cuando vio a Narciso, que erraba por campos solitarios, y se enamoró, … ¡Oh, cuántas veces quiso acercársele con palabras seductoras y dirigirle cariñosas súplicas! Su naturaleza se lo impide y no le permite empezar; pero para lo que sí le permite está ella preparada, para esperar sonidos a los que responder con sus palabras. Casualmente el muchacho, que se había alejado de) fiel grupo de sus acompañantes, había dicho: "¿Hay alguno por aquí?" y "por aquí" había respondido Eco. Se queda él atónito, y al dirigir su mirada en todas direcciones, grita con poderosa voz: "Ven"; llama ella a quien le llama. Se vuelve él y como nadie venía dijo: "¿Por qué huyes de mí?", y escuchó en respuesta tantas palabras como había pronunciado. Insiste, y engañado por la sensación de la voz que contestaba, exclama: "Aquí, reunámonos", y Eco, que jamás respondería con más gusto a ningún otro sonido, "reunámonos" repitió: y secundando sus propias palabras salió de la selva y se encaminaba a echar sus brazos al cuello ansiado. Huye él, Y al huir le impide enlazarlo con sus manos; "antes moriré", dice, "que puedas tú gozar de mí". Ella no repitió más que "puedas tú gozar de mí". Desdeñada, se esconde en la espesura, llena de vergüenza se cubre el rostro de ramaje, y desde aquel momento vive en cuevas solitarias.
Así había él escarnecido a ésta, y así a otras ninfas nacidas en las aguas o en los montes, así antes a una multitud de varones. Y entonces uno de los despreciados, levantando las manos al cielo dijo así: "Ojalá ame él del mismo modo y del mismo modo no consiga al objeto de sus deseos". Asintió la Ramnusia (la diosa de la venganza Némesis) a la justa petición.
… el muchacho, fatigado por la pasión de la caza y el calor, fue a tenderse, atraído tanto por la fuente' como por la belleza del sitio. y mientras ansía apaciguar la sed, otra sed ha brotado; mientras bebe, cautivado por la imagen de la belleza que está viendo, ama una esperanza sin cuerpo; cree que es cuerpo lo que es agua. Se extasía ante sí mismo y permanece inmóvil y con el semblante inalterable, como una estatua tallada en mármol de Paros… ¡Cuántas veces dio vanos besos a la engañosa fuente! ¡Cuántas veces sumergió sus brazos intentando agarrar el cuello que veía en mitad de las aguas, y no consiguió cogerse en ellos!  No sabe qué es lo que ve, pero lo que ve le quema, y la misma ilusión que engaña sus ojos, los espolea. Crédulo, ¿para qué intentas en vano coger fugitivas imágenes? Lo que tú buscas no está en ninguna parte; lo que tú amas, apártate y lo perderás. Esa sombra que estás viendo es el reflejo de tu imagen.”


Pintura de Narciso y Eco, Casa del Efebo, Pompeya

Las ninfas recibían culto en numerosos lugares y les eran dedicados monumentos o simplemente ofrendas y agradecimientos por su intercesión a favor del dedicante.

«A las ninfas de la fuente Ameva Cneo Lucio Terencio Homullo iunior, hijo de
Lucio, legado de la legión VII Gemina Feliz». (CIL II.5084 + 5676, León)



Relieve dedicado a las Ninfas, Museo del Ermitage

Sin embargo, se consideraba un mal vaticinio ver salir una forma del agua, por lo que entre los romanos se generalizó el miedo a las ninfas ya que en pleno día a la hora del calor turbaban el espíritu de los que las veían, quedando presos de un entusiasmo ninfoléptico (posesión por las ninfas).
Por esta razón se recomendaba no acercarse en el mediodía a las fuentes, a los manantiales, a las corrientes de agua o a la sombra de ciertos árboles.

¿Qué joven es éste que guarda las distancias a las transparentes aguas de
Jantis? ¿Ha huido, acaso, Hilas de su dueña, la náyade? ¡Oh, qué bien que el de
Tirinto es venerado en ese bosque y que guarda tan cerca las aguas amorosas!
Puedes servir sin ningún cuidado, Argino, estas fuentes: no te harán nada las ninfas; pero, ¡ojo, no sea que te pretenda el dios! (Marcial, VII, 15)



Pintura de John William Webster, Hylas y las Ninfas, Manchester Art gallery

La decoración de los cubicula privados solían incluir motivos amorosos por lo que el tema del mito de Hylas y las ninfas se pueden encontrar en mosaicos y pinturas que decoraban las habitaciones más apartadas de la vista de las visitas de las casas romanas, aunque también aparecen en salas de baños de algunas termas.

“… y vi también tablas del divino Apeles, del género que llaman los griegos monocromo. Tanta era la verdad del dibujo y lo acertado del color que se hubieran creído imágenes vivientes animadas por el genio del pintor. Acá se elevaba sublime al cielo un dios cabalgando sobre un águila: allá el puro Hilas rechazaba las caricias lascivas de una Náyade; más lejos Apolo, deplorando el asesinato cometido por su mano, adornaba su lira, recogiéndola de sobre un jacinto recién abierto. En medio de tales maravillas, y olvidando que me hallaba en un paraje público, exclamé: —¿Luego el amor no perdona ni a los dioses? Júpiter, no hallando en el cielo beldad que le satisficiese, baja en busca de su amor a la tierra, pero a nadie agravia con ello. La Ninfa de Hilas hubiera acallado su pasión si su ventura hubiese impedido de algún modo la de Hércules.” (Petronio, Satiricón, LXXXIII)




Pintura de Hilas y las Ninfas, Baños de Salamis, Chipre

Bibliografía:

electra.lis.upatras.gr/index.php/electra/article/download/2179/2227; AMORES DE HERACLES: CONTRASTES Y PARALELOS MÍTICOS; Alicia Esteban Santos
revistas.ucm.es/index.php/CFCL/article/viewFile/42757/40627; Spes lusa (VAL.FL.3.555). Hilas como anti-Julo; Antonio RÍO TORRES-MURCIANO
pendientedemigracion.ucm.es/centros/cont/descargas/documento12005.pdf; EL RAPTO EN LA MITOLOGÍA CLÁSICA; Assela Alamillo
es.antiquitatem.com/rapto-de-hylas-mosaico-italica-ninfas; El rapto de Hylas representado en un mosaico de Itálica muy peculiar; 25/05/2015
http://dspace-unipr.cineca.it/bitstream/1889/2076/1/Pietropaolo.pdf; ECHOES OF HYLAS. THE POETICS OF ALLUSION IN PROPERTIUS in Parole Rubate. Rivista Internazionale di Studi sulla Citazione, MARIAPIA PIETROPAOLO
www.upo.es/arqueologia/_galerias/descargas/Romvla-3.4.pdf; EL MOSAICO ITALICENSE DE HYLAS; Irene Mañas Romero
Epigramas funerarios griegos, Ed. Gredos
Las musas y el origen divino del canto y del habla, Walter F. Otto, Google books
Greek Nymphs : Myth, Cult, Lore; Jennifer Larson, Google books