Villa de los Misterios, Pompeya |
Pintura jardín de casa de Livia en Prima Porta, Museo Nacional de Roma |
Sofisticada arquitectura, exuberantes jardines, vistas de paisajes, animadas escenas de la vida cotidiana y naturalezas muertas ocupaban paredes enteras, aunque los temas favoritos eran las pinturas que representaban escenas mitológicas de los griegos.
Un pictor experto podía reproducir cualquier variedad vegetal, especie animal y todos los elementos de un jardín real, incluyendo enrejados, balaustradas y fuentes de agua rezumando, en ambientes cerrados para que los dueños pudieran recrear la vista.
La complejidad del proceso de realización de la pintura mural nos hace suponer cierta planificación previa. Probablemente, los talleres tendrían un repertorio de motivos en pergamino, pero incluso así, tenían que ser adaptados a las dimensiones de cada pared concreta. Las escenas figurativas eran encomendadas a un especialista, al que se llamaría pictor imaginarius, el cual en el Edicto de precios de 301 d.C., ganaba el doble que el pictor parietarius, pintor de los recercados o marcos.
El estuco romano se solía hacer con agua, polvo de mármol y cal aplicado con relieve sobre unas capas preliminares de mortero de cal (agua, cal y arena). El estuco se aplicaba directamente sobre la capa de base aún fresca, a la que se daría rugosidad para recibirlo. Los pigmentos, mezclados con agua, se aplicaban entonces a esta superficie mientras estaba todavía húmeda. El negro se hacía de sarmientos quemados mezclados con gluten. El más común era el rojo cinabrio, el famoso rojo pompeyano. Plinio divide en dos categorías los pigmentos: los floridos, materiales caros y raros, como el minium (bermellón), armenium (azurita), chrysocolla(malaquita), cinabrio, índigo y púrpura Tiria. El patrón se encargaba de proporcionarlo y pagarlo; los austeros, suministrados por el artista, incluían ocres, tierras, tizas y el compuesto sintético azul egipcio.
Primer estilo o de incrustaciones (s. IV – I a.C.) Imitaban bloques de piedra o placas de mármol de finas vetas encontradas en los muros de los palacios helenísticos.
Segundo estilo (80 – 15 a.C.) o arquitectónico. Se imitaban espacios arquitectónicos y se introdujo la perspectiva quizás bajo la influencia de los escenarios teatrales. Los pintores crearon la ilusión de que la vista del espectador se extendía más allá de los muros alrededor, incluyendo los paisajes con jardines. A menudo representaban contraventanas descansando en cornisas, rollos de papiro, o vistas desde las ventanas.
Villa Popea, Oplontis, Italia |
Tercer estilo (15 a.C. – 50 d.C.) u ornamental. Desde Augusto a los primeros años del reinado de Claudio. La decoración se hace extremadamente fina y lineal. Desaparecen los efectos espaciales arquitectónicos, pero la decoración sigue enmarcando cuadros con figuras o paisajes. También se representan escenas bucólicas, inspiradas en Virgilio.
Cuarto estilo (50 a.C. – 79 d.C.) o de ilusionismo. Hay un interés por los espacios y la sensación de profundidad, y se crea una ilusión arquitectónica. Se incluyen cortinajes, animales fantásticos, amores infelices. Las figuras ocupan gran extensión e importancia, ocupando el lugar que hasta entonces tenía la escultura, en la necesidad que el romano sentía siempre de imágenes.
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